bandoleros del Guadarrama

bandoleros del Guadarrama

La Cruz del Mierlo.

La cruz del Mierlo

“Tendida en el suelo, una cruz compuesta por cinco fragmentos de granito, toscamente labrados y de las dimensiones de un hombre, marcando, tal vez, la orientación del cuerpo muerto, tal como fue hallado. El trozo correspondiente a la cabeza afecta forma esférica; los demás, están tallados como prismas triangulares"


        De esta manera Constancio Bernaldo de Quirós describía la cruz del Mierlo en la revista Peñalara. De "El Mierlo" ya hemos hablado en este blog. Y es que a este pastor del que no se sabe absolutamente nada, (si alguien sabe algo que me lo cuente) se le relaciona con dos historias-leyendas serranas de bandidos. Una positiffa y otra negatiffa citando al gran (?) Van Gaal. De la primera, la positivffa, ya hablamos en su momento. Concretamente si pinchan en "Temas" a la izquierda se encontrarán con dos entradas que llevan por título "El Cancho de los Muertos", primera y segunda parte concretamente, y podrán leer lo que supuestamente sucedió en este paraje pedricero en un tiempo cronológico sin identificar. En todo caso y con la sana intención de facilitar las cosas voy a resumir: Una banda de secuestradores rapta en la capital de España a una joven de buena familia (dineros). Llevada a la Pedriza y a la espera de que se concrete el rescate, la ausencia del jefe, provoca discusiones entre otros miembros de la banda que conducen a varias muertes (navajazos y despeñamientos), una posterior desbandada general y como consecuencia, la liberación, con la alegría suponemos, de la secuestrada. Eso si, hay un problema. La mujer no tiene ningún mapa a mano ni la menor idea de como volver a terreno urbanizado. Por lo tanto vaga desorientada por la Pedriza, hasta que finalmente topa con un buen hombre, el pastor conocido como El Mierlo. El cabrero decide acompañarla hasta Madrid, para que no se pierda o la vuelvan a secuestrar y finalmente la deja , sana y salva, con sus familiares. Estos, agradecidos, le ofrecen la posibilidad de  quedarse a vivir con ellos, pero al Mierlo no le gusta el Madrid del XIX, mucha contaminación, prisas y ruido, y prefiere volver a la Pedriza donde es muy feliz con sus cabras. “Las cabras, las jaras y los canchos rubios de su sierra valían para el más que todos los bienes y placeres que pudieran regalarle en la ciudad”, contaba Laforest.

 

Tras la ermita de San Isidro el collado de Valdehalcones

           Y ahora nos tocaría hablar de la historia bandolera “Negatiffa”. Pero antes, y ya que conocemos algo del personaje, tendremos que hablar de la cruz que lleva su nombre y que titula esta entrada del blog. Ya conocemos su disposición, gracias a Bernaldo de Quirós y su inmejorable descripción. Pero nos falta la localización. Para encontrarla tendremos que acercarnos al solitario collado de Valdehalcones, un apartado y ventoso lugar por el que los vecinos de los pueblos de El Boalo o Mataelpino accedían a la Pedriza (actualmente una difusa senda trepa por la ladera de la montaña desde la Ermita de San Isidro y bajo la presencia de la Peña del Mediodía). Solitario lugar, insistimos, como hemos podido comprobar en las 4 o 5 veces que nos hemos acercado a este paraje.

 
                              Vistas del Yelmo desde el Collado de Valdehalcones

             
             Así que definitivamente nos centramos en la historia que relaciona al Mierlo con esta tosca cruz. La narración del pastor Ambrosio Esteban no pudo ser más escueta. Simplemente, contaba el buen hombre, el Mierlo fue asesinado por unos bandidos. No sabemos si se debió a alguna venganza, a lo mejor por haber recogido a la secuestrada o  tal vez, simplemente, fue una víctima más de los bandoleros. No tenemos ni la más remota idea y no vamos a continuar elucubrando. Lo que si contó el pastor fue que la cruz recordaría el lugar donde fue asesinado el cabrero.

           Lo más curioso de esta historia es que durante mucho tiempo la cruz debió de pasar al olvido montañero/guadarramista. Según nos cuenta el periodista Andrés Campos, en el año 2001 el montañero Roberto Fernández Peña dió con ella y pudo relacionar aquella vieja historia con este lugar. Desde la Cuerda de los Porrones algunos hitos y unas bien traídas, por lo siniestro, marcas de color rojo nos pueden acercar a este lugar.



© Santiago Martín Arribas