bandoleros del Guadarrama

bandoleros del Guadarrama

El Secuestro de los hijos del Marqués de Gaviria. Tercera entrega.

En las cercanías del curso del Manzanares los secuestradores esperaban recibir el rescate.

          Redactada la nota, solo les falta encontrar a alguien que se avenga a llevarla a su destino que no es otro que la residencia de los Gaviria sita en la calle Mayor, 16,  el actual palacio de Gaviria, en la calle de Arenal, se construyó unos años después) de la capital de España. El pastor Nogales, ya de vuelta de su viaje a Miraflores, es el primero en ser requerido para acometer esta imprescindible misión en todo secuestro, pero se niega, bastante había tenido ya , debió de pensar, con traerles algo de tabaco desde Miraflores. Al ser preguntado acerca de otras personas que pudieran estar dispuestas a hacer de mensajeros, (y llevarse un dinerillo, podemos suponer) les responde que pueden intentarlo con otros dos lugareños que andan cerca. Se trata de el vaquero Manuel Perea y el cabrero José Perea (Los protagonistas de esta historia como ya hemos visto, van a pares y suelen compartir apellido). Les acompaña en su busca dirigiéndose hacia la garganta del Manzanares.



         Finalmente uno de dichos pastores accede, algo intimidado según se excusó en el juicio, a llevar la misiva del rescate. Las instrucciones son claras. Un solo representante de la familia tiene que traer el dinero. El lugar de encuentro será la entrada de la Garganta del Manzanares. Tal vez, divagamos una vez más, el punto de reunión estaría en la zona de lo que conocemos como “ El Tranco”. Con idea de amedrentar a los familiares en la misiva se avisa que en el momento del intercambio (dinero por niños) habría “doce hombre puestos en atalaya y de centinela”


Actual número 16 de la Calle Mayor. Este era el destino de la carta de rescate.



             Desde luego los movimientos de los secuestradores por “Las Pedrizas” recuerdan inevitablemente a los de un elefante en una cacharrería. Y como se puede suponer, con tanto movimiento, encuentros inesperados y búsqueda de emisarios (solo les faltaba poner un anuncio) las cosas salen mal. Uno de los pastores con los que habían topado acaba bajando al pueblo y dando aviso. Pero aunque no lo hubiese hecho, la suerte estaba, sin duda, echada.

        Y es que las pesquisas llevadas a cabo por las autoridades tuvieron rápido efecto. Desde el primer momento todas las informaciones apuntaban que era a la Pedriza a esconderse entre sus bloques y covachas a donde se dirigían los secuestradores. En el pueblo de Manzanares se prepara su búsqueda. Coordinados por el encargado de la fabrica de Papel, propiedad al parecer de tal Tomás Jordán según se nos cuenta , se organizan varios grupos de perseguidores con tropas del ejército incluidas. La Pedriza es agreste y difícil pero no lo suficiente para dar esquinazo a un numeroso grupo de personas guiados por gentes del lugar y claro está,  buenos conocedores de estos andurriales.


El Canto del Tolmo. Si pudiera nos hablaría de este famoso secuestro.

Finalmente en las cercanías del inmenso Canto del Tolmo, en la choza “ del vaquero viejo a quien llamaban Perea” como escribe Caravantes (pag. 275) son encontrados los niños. Los secuestradores, seguramente barruntando que aquello no podía salir bien, previamente los habían dejado en manos de unos pastores. Al parecer huyeron, siempre siguiendo la narración de Caravantes, en dirección al “Collado Cabrón y los Poyos”


En todo caso nos quedamos con un montón de preguntas sin resolver.

La primera es: Si no parecían conocer, al menos al dedillo,  la Pedriza, ¿por qué se adentraron allí? Otras zonas serranas debían de ser igualmente difíciles y solitarias. Tal vez tuvieran algunos colaboradores allí que finalmente no aparecieron. Tal vez alguno de los pastores estuviera compinchados con ellos. Lo cierto es que uno de los niños declaró haber oído en alguna ocasión a los secuestradores decir “ aquellos no vienen” tal vez referidos a algunos cómplices. Sorprende que no se adentraran más en el circo pedricero, que permanecieran en zonas relativamente cercanas al pueblo.

Continua… of course…

(c) Santiago Martín