bandoleros del Guadarrama

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La Pedriza y el rapto de los hijos del Marqués de Gaviria. 2ª Parte



       Primavera en la Hoya de San Blas. ¿ Pasaron por aquí raptores y niños?

          A lomos de los caballos, niños y secuestradores alcanzan finalmente a su objetivo: La sierra y más concretamente la Pedriza. De las informaciones recogidas por la prensa y por el citado Caravantes ( todo un batiburrillo de información con muchas lagunas y alguna contradicción), se deduce que el extraño cuarteto debió entrar en este laberíntico paraje de forma diferente a tal y como lo hacen el común de sus visitantes hoy en día ( es decir, por el pueblo o las cercanías de Manzananares el Real) ya que debieron de acceder caminando por el viejo camino que conectaba las majadas pastoriles del interior del circo pedrizero con la población de Miraflores y que vencía el desnivel de la montaña por una pequeña depresión conocida como collado de la Dehesilla. Seguramente venían con prisas pese que a diferencia de nuestro tiempo, no tenían ninguna necesidad de madrugar para encontrar aparcamiento. Tal vez pasaran la noche, si manejaban buena información o conocian bien el terreno (una de las incógnitas de este asunto), en cualquiera de los buenos y abundantes vivacs que abundan en las alturas de este collado. Lo podemos deducir ya que las primeras informaciones sobre su  presencia en el interior de la Pedriza les sitúa bien temprano en el entorno del "Canto del El Tolmo" y "la Majadilla".

          Dichas noticias, recogidas por Caravantes,  fueron aportadas por dos cabreros, tío y sobrino y que respondían  a los nombres de Juan Nogales y Juan Muñoz respectivamente. Eran, según sus testimonios, sobre las siete y media de la mañana cuando topan con ellos. Raptores y raptados debían de venir notablemente hambrientos ya que lo primero que les piden es, nada menos para esa temprana hora, un cabrito. Pero los serranos están ocupados. Dicen que necesitan sacar al camino con carácter urgente una res muerta por “el lobo” y también unos requesones que tienen recién hechos y que espera ansiosamente su cliente ( un albañil de Miraflores, concretamente). Pero finalmente y ante la insistencia les ofrecen “ una asadura” que aceptan gustosamente.


         Bloques de piedra en la Pedriza. Laberinto propicio al escondite.

          Los secuestradores piden a uno de los pastores (concretamente el tío) que ya que se tiene que acercarse a Miraflores les haga el favor de traerles alguna cosa de por allí, concretamente algo tan imprescindible por aquellos tiempos como cigarros y vino. Mientras el cabrero más mayor hace las correspondientes gestiones en Miraflores (tiene la mitad del día, andando a buen paso),  secuestradores, niños  y el otro cabrero pasan el tiempo tranquilamente. Pero la Pedriza no está solitaria del todo. A eso de media mañana dos hombres aparecen. Se trata de Agustín y Cipriano Álvarez, vecinos de Manzanares el Real, quienes, según cuentan a los secuestradores, después de asistir a misa no habían tenido otra idea mejor que, en vez de ir a la taberna, echar la partida y meterse pal cuerpo unos vinos o licores, adentrarse por la Pedriza "para ver un poco de monte de brezo para hacer carbón” y también "a ver si cogían a alguno haciéndolo" según declararon, ya que también eran cuadrilleros. Suponemos que ante esta mención policial los secuestradores se estremecerían al menos unos segundos...


Cabra Hispánica en la Pedriza. Cuanta más piedra, mejor

          Pero reaccionan bien. Tienen una coartada.  Les dicen que están con unos señores que andan cazando por la zona y que los niños están por allí para divertirse y para conocer mundo... Para dar mayor verosimilitud a sus palabras en medio de la lógica turbación, añaden que los cazadores van con una “borriquilla blanca”. La extraña explicación parece convencer a los Álvarez  pese a que , según declararon:  "cuando en esa zona no había caza". Mientras, los niños y el otro pastor juegan, locales y forasteros confraternizan unos con otros,  comparten conversación, algún trago de vino y hasta, lo que hace la confianza, uno de los serranos llega a tomar una de las escopetas de los secuestradores ( suponemos que ante una creciente, casi ya alarmante, inquietud) la observa, manipula y añade: “¡¡ que buena es¡¡.. ¿ Si me la quisiera usted cambiar?". En su declaración en el juicio uno de los niños comentó que ante esas palabras los secuestradores no supieron que decir... (no nos extraña).  

           Los bandidos, aliviados tras la marcha de los Álvarez, continúan con sus planes. Reciben los poco nutritivos víveres traídos finalmente por el pastor Nogales, ya de vuelta, desde Miraflores, continúan con su camino y encargan a uno de los niños ( que para eso iban a un buen colegio, debieron de pensar) escribir la carta de rescate, que fue recogida por la prensa de la época, y al parecer decía literalmente:

"Querido papá: Si quiere vd. volver a ver a sus hijos que se hallan en medio de doce hombre y que no perezca envíe inmediatamente con el dador una persona de toda su confianza con tres mil onzas de oro y si no pereceremos."

         Y que terminaba de esta lúgubre forma: "Posdata: Que esto por Dios no lo sienta la tierra".
         En este momento los niños, según sus propias declaraciones, se dan cuenta de la situación en la que se encuentran. Paro aquí para que los lectores tomen aire y aprovecho para hacer  una reflexión.. ¡¡ Que inocentes eran los niños de entonces!!. ¡¡ Casi dos días a lomos de unos caballos con unos desconocidos y todavía pensaban que iban a encontrarse con su padre¡¡
Continuará...

(c) Santiago Martín